La autoestima es el reconocimiento de nuestra propia valía, el sentido de merecimiento (de amor, salud, prosperidad) y la confianza en nuestras propias capacidades para enfrentarnos a la vida y construir nuestro camino de manera armoniosa y positiva.
El problema es que hemos aprendido a valorarnos utilizando como referencia a nuestro entorno, es decir, comparándonos con otros y, además, lo hacemos utilizando una escala de valores materialista en donde nos comparamos desde el punto de vista económico y estético a través de lo que consideramos éxitos (premios, estudios, reconocimientos). Sin embargo, al establecer comparaciones descubrimos que podemos estar por encima o por debajo de esas expectativas sociales.
Por ello es necesario que volquemos nuestra mirada hacia adentro, que pongamos el enfoque de atención en nosotros mismos y comencemos a entender que nuestro valor personal se mide por el nivel de nuestros principios, metas, objetivos y nuestra capacidad de amar y sentirnos contentos aquí y ahora.
El Autoconocimiento
Conocernos es el primer paso para fortalecer nuestra autoestima. Creemos que nos conocemos, pero hay mucha información que llevamos dentro en nuestro subconsciente que determina nuestra manera de ser y actuar—son formas automáticas de comportamiento de las cuales no somos plenamente consientes.
Por este motivo, es de vital importancia evaluar las pautas de creencias y actitudes que nos resultan limitantes a fin de someterlas a un análisis que nos permita saber de dónde provienen esas pautas y a su vez, neutralizarlas o cambiarlas por otras más eficientes que nos ayuden a potenciarnos como personas.
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Buena parte de nuestra autoestima se forja durante el período de la infancia. Lo que nuestros padres o cuidadores nos decían, el cariño que nos profesaron, el entorno que nos proporcionaron, el sentido de seguridad que sentimos en ese entorno. Si fuimos amados o rechazados, si nos estimularon para ser creativos e independientes o si nos evitaron libertad y desenvolvimiento. Si fuimos valorados y elogiados por nuestros logros o si nos trataron con indiferencia. Todo ello contribuyó en su momento a la creación de una sana autoestima o, por el contrario, para generar profundas inseguridades, desvalorización y en consecuencia una baja autoestima.
Es importante y deseable hacernos consientes de todo ello, no para recriminar a nuestros padres o cuidadores, sino para entender de dónde vienen nuestras inseguridades y poder superarlas bajo la luz de una nueva mirada compasiva y amorosa que nos permita saber que somos valiosos independientemente de lo que otras personas nos hayan hecho creer en el pasado.
Tener metas personales
Fijarnos metas concretas y objetivos claros para saber a dónde vamos y no ir a la deriva es el segundo paso para fortalecer nuestra autoestima. Quien tiene objetivos, tiene un norte, una motivación.
Un tonto con un plan puede llegar más lejos que un genio sin uno. Plantearnos objetivos nos puede dar mucha autoconfianza, solo hay que tener en cuenta que esos objetivos deben ser: específicos, realistas, medibles y deben tener un plazo determinado para su consecución. Las metas representan una manera muy positiva de autoafirmarnos y evolucionar.
Reenfocar nuestra visión
La manera en que interpretamos las dificultades es fundamental, podemos ubicarnos desde el punto de vista de la víctima y pensar ¿por qué a mi?, no sirvo para esto, soy un desastre, etc., o podemos elegir un punto de vista proactivo, buscar aprender de las experiencias, pensar en soluciones, seguir adelante recordando la frase popular que dice: caerse está permitido—y levantarse es obligatorio.
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A veces asumimos una postura pesimista y creemos que nuestros problemas son tan grandes que nos sobrepasan. Pero cuando miramos a nuestro alrededor podemos constatar que siempre habrá problemas mayores a los nuestros y gente que inspira con su manera tan increíble de actuar y pensar, gente que no pone excusas para vivir plenamente a pesar de sus grandes dificultades. No te compares con otros, simplemente da lo mejor de ti y haz lo mejor que puedas.
Aceptarnos como somos
Aceptarnos con nuestras virtudes, defectos, éxitos y fracasos, con nuestras manías y carencias. Aceptar nuestro aspecto físico, cuidarnos y respetarnos. Ser tolerantes con nosotros mismos y a la vez tener la determinación suficiente para levantarnos cada día y cumplir nuestras metas. Entender que somos seres en constante evolución, que hoy somos mejores que ayer y que mañana podremos superarnos aun más. Contar nuestros dones y agradecer nuestra vida con lo bueno e incluso con lo malo.
Aceptarnos significa dejar a un lado la necesidad de aparentar frente a los demás. Tu eres tú y en este camino de la vida, la única persona con la que debes competir es contigo. Los miedos que hay que vencer son los internos y a quien debes convencer en primera instancia es a ti. Nadie más vivirá tu vida así que recuerda que ¡tu vales, tu puedes, tu mereces!
-Por Lolimar Araujo MoralesEspecialista en Programación Neurolingüística y practicante de Reiki con más de 15 años de experiencia.